Samuel Beckett |
El término “teatro del absurdo” proviene del uso filosófico de la palabra “absurdo” por pensadores existencialistas como Albert Camus y Jean-Paul Sartre: para que la filosofía del absurdo exista Dios debe estar muerto.
A Martin Esslin se debe la acuñación del término “Teatro del absurdo” cuya definición desarrolla en un libro con este mismo nombre en 1961 donde propone el abandono absoluto de la razón prefiriendo expresar el sentido del sinsentido de la vida. Estas son sus palabras literales:
“El teatro del absurdo” ha pasado a designar a un grupo de autores dramáticos de los años 50 que no se consideraban a ellos mismos integrantes de una escuela pero que compartían ciertas actitudes hacia la difícil situación del hombre en el universo.Las características generales y principales del teatro del absurdo son la reacción contra los conceptos tradicionales del teatro occidental y el rechazo del teatro realista existente.
Las características peculiares del teatro del absurdo son el deliberado abandono de una construcción dramática racional y el rechazo del lenguaje lógico y/o consecuente. Sustituyen la estructura tradicional de planteamiento-nudo-desenlace por una ilógica sucesión de situaciones aparentemente sin sentido.
Los personajes pueden cambiar de sexo, personalidad o estatus; la trama es a menudo circular y no va a ninguna parte y los objetos pueden llegar a expulsar a los personajes de la escena o, por el contrario, ser reducidos al mínimo para representar el vacío y la nada.
Utilizan un lenguaje sin sentido que lleva a malentendidos entre los propios personajes y además, los diálogos evasivos crean un efecto cómico y demuestran los límites del lenguaje.
Las obras tienen en común la presentación de una realidad grotesca y una falta de división clara entre fantasía y realidad.
La aceptada creencia de que el mundo tiene sentido (un mundo que poco tiempo antes había sufrido las experiencias de Hiroshima y los campos de concentración) es subvertida y reemplazada por un mundo donde las palabras y las acciones pueden ser completamente contradictorias como podemos ver en el final de “Esperando a Godot”
Vladimir: ¡Qué! ¿Nos vamos?
Estragon: Sí, vámonos.
No se mueven. (Beckett: 1967)
El autor más importante es irlandés Samuel Beckett con su Esperando a Godot (1953), pero además de éste, son referentes el rumano Ionesco y su La cantante calva, Harold Pinter y su La habitación (1957) entre otros grandes como el francés Jean Genet o el estadounidense Edward Albee.
Lo más sorprendente de estas obras del absurdo es que a pesar de romper con todas las reglas tuvieron éxito. Es la extraña manera en la que planteamientos mentales y estilos literarios son entrelazados y el hecho de que esta originalidad gusta al público.
Las obras tienen en común la presentación de una realidad grotesca y una falta de división clara entre fantasía y realidad.
La aceptada creencia de que el mundo tiene sentido (un mundo que poco tiempo antes había sufrido las experiencias de Hiroshima y los campos de concentración) es subvertida y reemplazada por un mundo donde las palabras y las acciones pueden ser completamente contradictorias como podemos ver en el final de “Esperando a Godot”
Vladimir: ¡Qué! ¿Nos vamos?
Estragon: Sí, vámonos.
No se mueven. (Beckett: 1967)
El autor más importante es irlandés Samuel Beckett con su Esperando a Godot (1953), pero además de éste, son referentes el rumano Ionesco y su La cantante calva, Harold Pinter y su La habitación (1957) entre otros grandes como el francés Jean Genet o el estadounidense Edward Albee.
Lo más sorprendente de estas obras del absurdo es que a pesar de romper con todas las reglas tuvieron éxito. Es la extraña manera en la que planteamientos mentales y estilos literarios son entrelazados y el hecho de que esta originalidad gusta al público.